“Ponemos nuestro ejercicio misionero bajo la mediación de Nuestra Señora del Sagrado Corazón. Al vivir así las bienaventuranzas y las obras de misericordia, experimentamos que el Reino de Dios ha llegado ya, que lo hemos acogido y que deseamos darlo a experimentar y enseñar a acogerlo. En la alegría interior que nace de la fe, iluminada u oscura, anunciamos que Cristo es nuestro amor y nuestra esperanza.”